domingo, 27 de marzo de 2011

El amor más enorme del mundo. Análisis de King Kon como héroe romántico, por David Vázquez

Introducción

Las películas de “monstruos” son todo un sub género dentro de Hollywood. Algunas pueden agruparse bajo la categoría del terror, otras bajo el rótulo de la ciencia ficción y algunas como de aventuras pero todas tienen algo en común, un cliché usado hasta la saciedad en el cine: una bestia de proporciones descomunales aparece, causa destrozos varios y es exterminada para que todo vuelva a la normalidad.
Obviamente estas películas han rondado casi siempre el disparate y no son muy bien recibidas por aquellos que dicen gustar del buen cine.
Sin embargo hay una de estas películas de monstruos que va más allá que el resto, que fue ideada allá por los años 30 y que tiene, sin dudas, influencias de “La bella y la Bestia ”. Muchos de quienes manifiestan su desagrado frente a estos filmes deberían verla porque en realidad “King Kong” , película de la cual hablamos, es una maravillosa historia de amor que incluye reflexiones sobre otros temas. El prejuicio frente a esta clase de filmes los ha privado al público de disfrutar una historia sorprendente.
A lo largo de este trabajo trataremos de fundamentar lo dicho y sobre el análisis de la última versión de este verdadero clásico que fue dirigido por el neozelandés Peter Jackson en el 2005 (“King Kong” ha tenido desde su versión original estrenada en 1933 varias remakes ).

La historia de quienes crearon a Kong

Luego de la Primera guerra mundial un teniente coronel de la Cruz Roja y un capitán del ejército se hicieron amigos. El teniente coronel era Merian C. Cooper y había sido un héroe de la aviación francesa, algo que tal vez no era fácil en aquella época y con aquellos aviones. El capitán era Ernest B. Schoesdsack y era fotógrafo del Ejército, una tarea más sencilla. Congeniaron y, en vez de salir a emborracharse o a comer hasta hartarse o a conseguir bellas señoritas (recordemos que esta es la historia real y no una película de Hollywood) decidieron asociarse para hacer documentales de países exóticos.
Cooper y Schoedsack deambulaban por Asia Central filmando selvas peligrosas y casi siempre impenetrables. Son occidentales y el occidental es un ser lleno de curiosidad sobre todo con lo oriental. Edward Said dijo alguna vez que: “Oriente era casi una invención europea y, desde la antigüedad, había sido escenario de romances seres extraños, paisajes inolvidables y experiencias extraordinarias”. Nuestros amigos compraron los derechos de una novela “Las cuatro plumas”, una típica historia colonial británica de A.E.W. Manson : un oficial despreciado por sus compañeros de armas por resistirse a ir a la India. Así entraron en el terreno de la ficción cinematográfica y tuvieron relativo éxito. Esto les permitió filmar un proyecto propio “El malvado Zaroff” , donde un conde recibe a personas en una isla para luego cazarlas. Ahora se han hecho muchas películas similares pero en aquella época fue toda una novedad y tuvo más que buenas recaudaciones.
En Hollywood hacer dinero con una película produce inmediatamente la confianza de los grandes estudios y, los directores o guionistas, pueden dar rienda suelta a su creatividad. Así Cooper y Schoedsack pudieron concretar un sueño y filmar la historia de un simio gigantesco que aterrorizaba Nueva York. Esto los llevaría a la definitiva gloria y a una eternidad que sería inútil negarles, dado que Kong vivirá mientras viva el planeta. Tanto fue el éxito que hubo, como ya dijimos, remakes, desviaciones e imitaciones varias (y malas )
La historia de King Kong fue influenciada por la novela de Arthur Conan Doyle “El mundo perdido” de 1912 y la novela de Edgar Rice Burroughs “La tierra que el mundo olvido” escrita en 1918

La historia de Kong

Estamos en Estados Unidos durante la gran crisis de los 30: ya se sabe, hambre, desocupación y todo lo demás. Ann Darrow (Naomi Watts ) es una actriz que sufre también el cierre de su teatro y la consecuente posibilidad de tener que comer salteado. Pero, conoce a un productor cinematográfico Carl Denham (Jack Black ), que está tan arruinado como ella (o mas porque debe dinero) pero que es mejor actor (aunque no sea su profesión) ya que la convence de sumarse a un maravilloso proyecto que incluye un viaje hacia algún lugar exótico a bordo del barco S.S. Venture. Se supone que allí tendrá lugar el rodaje. Ann no es tonta y sospecha pero se encuentra con Jack Driscoll (Adrien Brody ), un guionista que ella respeta mucho por su trabajo y así se convence de la posibilidad cierta de que el proyecto no sea un fraude. Lo que no sabe es que el astuto productor también ha engañado al escritor.
Así todos parten hacia la aventura y, de paso, el productor deja en el puerto a quienes lo persiguen para cobrarse sus deudas.
Driscoll quiere saber concretamente como será el proyecto y Denham le confiesa que el proyecto es solo eso: un proyecto. Que no tiene mucha idea de lo que harán pero que, con una cámara, un guionista, una actriz y algún lugar exótico que, seguramente aparecerá, harán un éxito. La tripulación se entera de la locura y se amotina. Todo parece irse al demonio pero el barco encalla y Driscoll aprovecha para bajar a tierra junto al escritor, la estrella y el equipo de filmación.
Pero la isla no está desierta. La habitan unos nativos poco dispuestos a recibir visitas y con aspecto bastante temerario. Ante el ataque de los nada amigables anfitriones todos huyen hacia el barco pero, una vez allí, se dan cuenta de que la bella Ann ha sido retenida por los nativos. Obviamente (estamos en una película americana y los americanos nunca dejan a nadie sin rescatar) el equipo decide volver a buscar a Ann. Allí van todos aunque el capitán del barco les avisa que, en 24 horas, la nave, que ya ha superado su problema de encallamiento, regresa a casa, con ellos o sin ellos. Por supuesto Denhamm carga con su cámara esperando rescatar algo que luego pueda proyectarse.
El destino de la bella Ann no es ser devorada por los nativos sino ser ofrecida a un gigantesco gorila (que los indígenas alababan como a una especie de dios) como una especie de ofrenda. Los nativos lo llaman Kong.
Pero, Ann, bastante rebelde por cierto, no se resigna a estar en las garras de Kong y escapa. En su huida se topa con unos monstruos prehistóricos pero, por suerte, Kong aparece, pelea con los bicharracos y la rescata.
Lo mismo le sucede a sus rescatistas pero estos no tienen la suerte de que Kong los defienda: algunos mueren, otros huyen al barco y los menos deciden continuar la búsqueda de Ann. Cabe acotar que el entusiasmo de Denham aumenta cuando se da cuenta de que está en una isla repleta de monstruos que pueden “actuar” sin tener que pagarles y proveer una película interesante para el publico neoyorquino (Algo así como conseguir una “Jurassic Park”, pero casi gratis)
Las desventuras del grupo continuaran. Mientras tratan de cruzar un precipicio utilizando un gigantesco tronco Kong aparece y sacude el tronco con lo cual todos van a parar al fondo del precipicio. Los que sobreviven son atacados por unos horribles insectos gigantes aunque, finalmente, son rescatados por el bueno del capitán que, preocupado por ellos, salió a buscarlos.
Aquí comienza un conflicto de intereses: Driscoll quiere insistir con el rescate de Ann, el capitán quiere huir cuanto antes y Denham comienza a pensar en capturar al mono para llevárselo con ellos. Perdió todas las cámaras en su accidentado viaje y solo le queda la esperanza de trasladar al mono a Nueva York para ganar dinero con él.
Finalmente Driscoll rescata a Ann y Kong los persigue a ambos. Cuando llega a la playa es dormido con unos botellones de cloroformo y así el secuestrado ahora es él, que deja la isla hacia la “maravillosa” Nueva York.
Tras un salto temporal estamos de regreso en Nueva York: Denham exhibe a Kong en Broadway (Ahora se llama King Kong (el rey Kong) y es anunciado como la octava maravilla del mundo). Ann, desencantada (y ya veremos que enamorada) se ha separado del grupo y ha regresado a una obra en un pequeño teatro y Driscoll, no comparte demasiado el desmedido afán por la popularidad de Denhan.
Kong se enfurecerá frente a los flashes de las cámaras, romperá las cadenas que lo retienen y aterrorizará a todos en las calles de Broadway. Pero su objetivo es encontrar a Ann que entiende que el simio está, en realidad, aterrorizado, y solo requiere de comprensión. Tras uno paseo juntos por las nevadas calles, el ejército atacará a Kong que comenzará a escalar, sin separarse de Ann el Empire State. Cuando llega a la cima y , entendiendo que, aunque ha volteado dos de los aviones que lo atacan, no podrá derrotarlos a todos, deja a Ann y sube al punto mas alto del edificio desde el cual caerá abatido por las balas.

El amor todo lo puede

King Kong es, en apariencia, una película de monstruos más. Una de tantas. En vez de un extraterrestre, de un molusco gigante o del producto de un experimento nuclear enfurecido se trata de un descomunal gorila que aterroriza Nueva York en medio de saltos y zarpazos. Podríamos preguntarnos porqué los guionistas eligieron a un mono: simplemente porque está muy cerca del ser humano en la escala evolutiva y, simplemente porque lo que intentaron hacer (y vaya si lo consiguieron) fue una historia de amor y no una simple película de monstruos más.
Kong vive solitario en una isla y ya ha visto todo lo que hay para ver. ¿Cuántos años tendrá su soledad? No lo sabemos pero podemos intuir su rutina: Ir de aquí para allá en busca de comida, gritar de vez en cuando para marcar su territorio y acosar cada tanto al pueblo de nativos para ganarse algún sacrificio en su honor.
Pero aparece algo diferente, nuevo, algo que jamás imagino que podía existir: una rubia de piel blanquísima. Algo inédito en su mundo.
El aburrimiento de ese simio aislado, de ese ser condenado a la soledad es reemplazado por el contacto con ese “producto” de la civilización que se le presenta, algo gritona y descuidada de ropa, pero diferente y hermosa al fin.
La historia empieza como tantas otras: es un viaje donde unos hombres curtidos y barbados acompañan a unos cineastas aventureros a una isla repleta de peligros. Una isla con nativos salvajes incluidos que los atacan. Una isla con animales extraños. Aparentemente nada nuevo bajo el sol.
Pero, de repente, el sol se oscurece con la presencia de Kong. Y aquí empieza lo diferente: porque frente a esa rubia que se le ofrece como sacrificio Kong reacciona de manera diferente. Tal vez, en otras oportunidades, se haya comido a su ofrenda de un bocado pero esta vez, no: Kong, entre fascinado y extrañado mira a esa mujer diferente que grita y agita sus piernas. Ha habido un “flechazo” instantáneo y, a pesar de sus dedos enormes, es capaz, con todo cuidado, de juguetear con la escasa ropa de la rubia y de soplarla con suavidad para que se seque luego de un baño en una cascada.
Incluso Kong arriesgará su vida defendiendo a su amada, que aún no llega a entender los sentimientos del simio e intenta escapar cayendo en las garras de un feroz dinosaurio al que parece ser que las rubias no conmueven demasiado.
Kong, como todo enamorado, llevará a su amada a su “departamento de soltero”, es verdad, sin seducirla demasiado ni consultarle su opinión. Desde allí la vista de la selva es imponente. Están solos y Kong comenzará a hacer monerías (obvio, es un mono) para, ahora sí, seducir a su rubia debilidad. No dista mucho de lo que hacemos los hombres que, supuestamente continuamos evolucionando en la escala zoológica. La que sí actúa como una mujer es ella: primero no le presta demasiada atención y luego lo reta porque en una de sus piruetas casi destruye el coqueto departamento que está en una especie de risco. Parece ser que el reto surte efecto y la mirada de Kong se vuelve tierna y algo comprensiva (ya se sabe que uno, por más dinosaurios que sea capaz de matar, nunca es capaz de entender del todo a las mujeres). Ahí está entonces la feliz parejita. Pero, como casi siempre, las historias de amor con diferencias de edad y de tamaño no suele terminar bien.
Porque lo que no sabe Kong es que hay un tercero en discordia.
Sí, ésta historia es tan romántica que debe, necesariamente, tener un tercero que pretenda a la rubia.
Hay un triángulo amoroso muy claro en este King Kong, el que se establece entre la actriz, el escritor y el gigantesco simio. Recordemos al guionista que la rubia admiraba desde antes y por el cual emprendió este viaje. Todavía anda por ahí y, es más, es el único valiente, que se digna en continuar la búsqueda de la rubia secuestrada por Kong.
Pero, la relación entre la actriz y Kong es mucho más profunda y pasional que la que establece con el escritor: sería algo así como la bella tironeada entre el intelectual y el apasionado. Uno le ofrece la tranquilidad de la civilización y la comprensión racional; el otro le ofrece la aventura de la naturaleza y lo desconocido y una protección basada en la fuerza física y en el sacrificio sin límites.
Kong y la actriz se relacionan de manera simple: miradas, gestos, emociones pero, sobre todo, la capacidad que tiene la heroína para fijarle límites al mono enamorado que va cambiando su carácter, al principio es caprichoso y solo presta atención a sus deseos, con el paso del tiempo se preocupa cada vez más por su “trofeo”, se ha enamorado.
Mientras Kong duerme confiado el guionista y la actriz huyen colgados de las patas de un murciélago gigante. Kong se enoja y va por lo suyo. Así terminará anestesiado, encerrado en un barco y llevado a Nueva York. Antes de dormirse su última mirada no será para su isla sino para esa rubia hacia que extiende su mano. Esa rubia que ahora está llorando por él.
Gracias a la magia del cine ya estamos Nueva York y allí entendemos por qué el productor luchó tanto por llevarse a Kong. Allí está la civilización capitalista a la que no le importan reyes ni sacrificios: solo lo que se puede comprar y vender. Y Kong es un producto magnífico.
Kong ya no es más un monstruo temerario que asusta en una isla perdida en medio del océano, ahora es un espectáculo. El “show Business” capitalista lo ha reducido a la condición de mercadería, por el momento exitosa. Hasta que se aburran de él la idea es que, quienes pueden pagar, llenen el teatro para verlo humillado y encadenado. Allí están fracs ostentosos y vestidos de noche hechos especialmente para lucirse. Allí hay infinitas rubias acompañando, como adorno, a millonarios eternamente insatisfechos. Siempre ávidos de novedades y sustos controlados.
Pero aquí ese “control” termina perdiéndose. El monstruo no soporta los flashes pero, lo que no soporta, en realidad, es no poder ver a su amada.
La reacción de Kong rompiendo las cadenas se da cuando descubre que “su” rubia ha sido falsificada (recordemos que Ann no participa del espectáculo tal vez arrepentida por lo que su amor le ha hecho a Kong).
Otra actriz es la que le es ofrecida en una parodia de sacrificio que todos festejan con sonoras carcajadas. Pero las carcajadas se transforman en alaridos. Los espectadores, los ávidos de espectáculos nuevos, los cobardes que habían pagado para ver la humillación de ese simio gigante desde las butacas, donde, supuestamente, no podía alcanzarlos, escapan despavoridos. Kong reparte mamporros aquí y allá y descalabra el teatro. Pero no busca revancha. No es uno de estos monstruos que destruye por placer o por locura a Nueva York. Kong va en busca de su amor. De esa actriz maravillosa, rubia y frágil.
Ya no está en la seguridad de su isla: las luces, los autos, esos seres pequeños que gritan y corren lo asustan tanto como él a ellos. Por eso reacciona con violencia en medio de su búsqueda.
Ann se entera de lo que ha sucedido y va a buscarlo a pesar de su temor: sí, hay miedo en ella pero también ¿amor? Aquí ya no nos animamos a especular sobre lo que le sucede a esta almita femenina pero el reencuentro se produce.
A pesar de esa “atracción-rechazo” (típica de las enamoradas) que siente la rubia. A pesar de sus gritos (en las películas de monstruos las chicas siempre gritan - y con que agudos-), aunque no olvidemos que la estridencia es también la cara del amor, a veces (¿O no gritan cientos de fans frente a un recital de Luis Miguel?)
Kong no quiere participar del modo de vida americano ganándose el sustento como atracción de un espectáculo y huye con la rubia que ya no ofrece tanta resistencia (es, en cierto modo, un rebelde romántico).
Luego de patinar con su amada en el Central Park (algo típico de los filmes de amor americanos que transcurren en Nueva York) trepa a las cumbres del Empire State. Lo más parecido que encuentra a su “departamentito” de la selva.
Otra de las cuestiones ineludibles en el amor es que uno siempre anhela el pasado y supone que “recrear” las situaciones hará que todo vuelva a ser igual. Pero Kong comprobará, como lo comprobamos a veces los seres humanos, que el tiempo pasa y nada vuelve a ser lo mismo aunque parezca similar o hasta idéntico.
Las alturas de Nueva York no le brindarán la misma seguridad que las alturas de su selva.
Allí asistiremos al clímax de la historia: unos aviones con armas, unos aviones odiosos, atacan a nuestro héroe y le queman la piel. Giran locamente alrededor de Kong que sujeta a su amada. Kong trata de defenderse pero él forma parte de la naturaleza y, en las grandes ciudades (en el mundo occidental) la naturaleza es un recuerdo, un rinconcito verde perdido en medio de monstruos pero de cemento. Así que Kong está de más en ese paisaje. Ann grita pero ya no por temor a Kong. Ahora quiere salvarlo. Será imposible: la seguridad de Nueva York es más importante que los sentimientos de un mono gigante.
Y Kong se da cuenta de que su destino es inevitable. Comprueba (como el hombre) que el amor no lo puede todo. Deposita con una mirada tierna a su rubia en una especie de rellano y, desafiante, con el último esfuerzo, trepa solitario a la cumbre más alta para desde allí caer al vacío.
Todo ha terminado; el amor, el negocio, la vida. Y los curiosos se amontonan. Alguno, incluso, se saca una foto junto al cadáver. Porque, ya se sabe, en el capitalismo, todo es un espectáculo, hasta la muerte.
Y entonces el guionista (¡Quién si no!) dice una de las frases más memorables del cine. Alguien dice que al monstruo lo mataron los aviones pero él replica: “No, fue la bella la que mató al monstruo”.
En realidad fue el amor el que llevó a Kong a las cumbres más altas y el que, desde allí, lo hizo caer, como en tantas otras historias románticas que nos ha dado el cine.
El guionista abraza a la rubia. Ella, finalmente, se queda con el amor más calmo, más racional y menos apasionado. Pero, el amor inolvidable, para ella, para todos, será el de Kong.

Conclusión

Si a esta altura no los hemos convencido de que la de Kong es una historia de amor, puede ser que aún no se hayan enamorado de verdad alguna vez. Es cierto, el galán no es aquí Johnny Deep ni Brad Pitt, pero su sacrificio está a la altura de cualquier héroe de historia romántica.
Hay muchas otras lecturas posibles sobre el filme: Kong es también la historia del espectáculo.
No sólo del amor por el dinero sino del amor por el espectáculo mismo en sus dos vertientes: ahí está el escritor convencido de que al público hay que darle lo mejor. Para él, productos de calidad. Y, del otro lado, está el inescrupuloso Jack, que, es cierto, busca dinero pero también busca la gloria de ser aplaudido por un teatro entero porque le ha dado al público, no lo mejor, sino lo que el público reclama (algo así como el Teatro Colón y Marcelo Tinelli, enfrentados en un duelo colosal). Aquí hay también amor y pasión por el mundo del espectáculo.
Nosotros elegimos desarrollar el amor de Kong que lo lleva a la muerte pero también lo llevo a transformarse en un personaje inolvidable.

Bibliografía
http://es.wikipedia.org/wiki/La_bella_y_la_bestia
http://es.wikipedia.org/wiki/King_Kong
http://es.wikipedia.org/wiki/Peter_Jackson
http://es.wikipedia.org/wiki/Merian_C._Cooper
http://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_B._Schoedsack
http://es.wikipedia.org/wiki/A._E._W._Mason
http://es.wikipedia.org/wiki/Arthur_Conan_Doyle
http://es.wikipedia.org/wiki/Edgar_Rice_Burroughs
http://es.wikipedia.org/wiki/Naomi_Watts
http://es.wikipedia.org/wiki/Jack_Black
http://es.wikipedia.org/wiki/Adrien_Brody
Enciclopedia Salvat del Séptimo Arte (1980), Ed Salvat, Barcelona
Calki. (1973) Los monstruos del cine, Ed. Siglo XXI, Buenos Aires
http://www.filmaffinity.com/es/film962157.html
http://www.cadena3.com/contenido/2010/06/30/56708.asp

Anexo

FICHA TECNICA
TÍTULO ORIGINAL King Kong
AÑO 2005
DURACIÓN 187 min.
PAÍS Estados unidos
DIRECTOR Peter Jackson
GUIÓN Peter Jackson, Frances Walsh, Philippa Boyens (Historia: Merian C. Cooper & Edgar Wallace)
MÚSICA James Newton Howard
FOTOGRAFÍA Andrew Lesnie
REPARTO Naomi Watts, Adrien Brody, Jack Black, Thomas Kretschmann, Jamie Bell, Lobo Chan, Kyle Chandler, Colin Hanks, Evan Parke, Andy Serkis, Ray Woolf
PRODUCTORA Coproducción USA-Nueva Zelanda; Universal Pictures / WingNut Films
WEB OFICIAL http://www.kingkong.uip.es/

PREMIOS 2005: 3 Oscars: Mejores efectos visuales, efectos sonoros, sonido. 5 nominaciones
2005: 2 Nominaciones al Globo de Oro: Mejor director, banda sonora original
2005: BAFTA: Mejores efectos visuales: 2 nominaciones
2005: Premio Especial en el Festival de Toronto: Andy Serkis

Anexamos esta noticia publicada en http://www.cadena3.com/contenido/2010/06/30/56708.asp
Y que certifica la vigencia de la historia de Kong.

El gigantesco gorila King Kong vuelve a revivir dos años después del devastador incendio en los estudios Universal que lo redujo a cenizas, y lo hace en tres dimensiones de la mano del realizador neozelandés Peter Jackson.
Jackson, que en 2005 versionó el clásico de terror "King Kong", fue el encargado de transformar al gorila animatrónico en el monstruo digital que pudo verse durante el estreno de la nueva atracción de los estudios.
Según Universal, "es la mayor experiencia tridimensional y la más intensa del mundo".
Gracias a la tecnología digital, los espectadores que acudan a ver "King Kong 3603-D" contemplarán una lucha entre el gorila, dinosaurios y lagartos gigantes.
El filme que dura tres minutos, posee efectos especiales similares a los de "Avatar".
"Es impresionante lo que se ha hecho en cinco años", señaló Jackson (director de la saga "El Señor de los Anillos") en un mensaje de video sobre los avances técnicos desde que rodó su "King Kong".
Quienes visiten la atracción "King Kong 3603-D" recorriendo los estudios a bordo de un autobús podrán sentir el húmedo aliento del primate.
El fuego que se desató por obras en 2008 causó daños millonarios en los estudios. Los escenarios, construidos en madera, fueron pasto de las llamas, igual que el gigantesco gorila de diez metros.
En los decorados que quedaron calcinados se rodaron películas del estilo de "Regreso al futuro" o "Frost contra Nixon”. Gracias a la ayuda de Steven Spielberg se crearon nuevos decorados de Nueva York con rascacielos de más de 15 metros de altura.

Índice
Introducción: página 1-3
● La historia de quienes crearon a Kong: paginas 2-3
Desarrollo: paginas 4-10
● La historia de Kong: paginas 4-6
● El amor todo lo puede: 7-10
Conclusión: página 12
Bibliografía: página 13
Anexo: página 14
Índice: página 15

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